sábado

Su cuerpo desnudo la devolvía el reflejo desde el espejo. Acababa de darse cuenta que arriba de sus costillas habían dos lunares nuevos. Suspiró, bajó los brazos, no le importaba demasiado. Estaba más flaca; su estómago no marcaba ningún bulto. Mientras lo observaba este se endureció como una piedra. Hacía días que sólo comía lo necesario, lo que ese estómago estaba dispuesto a soportar si pedirle a gritos que luego saliera corriendo al baño para devolverlo todo; y lo que su garganta le dejaba pasar entre los nudos que se le habían formado.
Ya no comía harinas. La carne sólo en pequeños bifes dos o tres veces a la semana. Su dieta se había reducido básicamente a verduras y algunas frutas y casi todo lo cortaba en minúsculos pedazos para no sentir nada.
Su estómago seguía duro. Ahora le decía que no tenía hambre, que era mejor recostarse por cinco minutos más y abandonarse a su dolor.
Así que esto era estar en el ojo de la tormenta. Esto era sentir la calma antes del desastre. Tal vez si estirara tan sólo un poco la mano lo podría tocar. Sentimientos a flor de piel.
¿Por qué el amor dolía así? ¿Por qué los miedos? ¿Por qué existía la necesidad de saberse correspondido? ¿Por qué tenía que sentirse como una pequeña mota de polvo que se había interpuesto en la vista de Luciano, impidiéndole momentáneamente la vista hacia Valeria? ¿Por qué tenía el presentimiento de que en cualquier momento él se llevaría un dedo al ojo y la sacaría como si nunca hubiese estado allí? Y lo peor de todo ¿Por qué sentía que no podía hacer absolutamente nada al respecto? Solamente le quedaba esperar a que eso sucediera y en el camino seguir fingiendo que era feliz. Lo amaba, lo amaba con locura y por esa locura era que ella iba a estar dispuesta hacerse a un lado; pero no sabía cómo hacerlo. No podía ser así de masoquista.
Se levantó y fue al baño a vomitar angustias, miedos y celos. Ni siquiera había desayunado y ya estaba así. “Esto es simplemente genial” - se dijo con ironía y enojada.
¿Qué diría él cuando todo terminase?¿Volvería a los brazos de Valeria en un abrir y cerrar de ojos o al menos necesitaría dos días para recuperarse? ¿Qué pasaría después?
Ella sentía que tenía que desaparecer, no dejarse morir...
su subconsciente la estaba llevando a la soledad. Mufó. Es que el resto no entendía. Para el resto de ese mundo ella era la chica mala que se había metido entre la pareja perfecta que estaba destinada a vivir felices por siempre. Nadie se había gastado en saber cómo se habían conocido, si ella había escuchado los dolores del joven por interminables horas hasta que se asomara el sol, si él le había cortado o Valeria lo había dejado…o por qué había sucedido eso. No. Tampoco nadie se había gastado en tratar de conocer cómo era realmente ella. Todo el mundo tiene prejuicios. Celeste había recibido esa dosis de realidad de una de las peores formas posibles. Ella era “la otra”, con eso bastaba, sobraba y punto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario