domingo















Noche. Frío. Ese fío que se cala entre los huesos y provoca que te moleste hasta respirar. Sin embargo a él no le importa, esa sensación la viene sintiendo desde antes… “Qué más da”. Entra a su casa a la hora de siempre y sube corriendo las escaleras de madera en dirección al baño. El silencio por fin se rompe, las primeras gotas comienzan a chocar contra el piso de la bañera y a los pocos segundos el vapor empieza a empañar el espejo. Él, ya desnudo, deja que el agua golpee su rostro, sus manos y su pecho. El agua caliente comenzó a relajar cada uno de sus músculos, dándole vida a su piel. Recién cuando los mechones negros empapados cubren sus ojos se da vuelta para mojarse la espalda mientras busca el jabón. Y en ese pequeño instante baja de nuevo las defensas y la recuerda.
Ella. Con sus delicadas manos tomando un jabón y colocándoselo en su pecho de adolescente maduro. Ella acercándose hasta que sus narices se rocen, hasta que dos gotas se hagan una. Ella con su leve gusto a menta.
Sacudió su cabeza provocando que cientos de gotas chocaran contra la cortina. No podía darse el lujo de recordarla así, ya no. El dolor sería demasiado. Sin embargo sí de permitió preguntarse por qué había vuelto de esa manera, por qué tan repentinamente había aparecido en su vida de nuevo.
“ Y si… me extraña?” Se atrevió a pensar. Ante esa idea su corazón pareció volver a la vida, palpitando tan fuerte que pensó que, escaleras abajo, su madre se daría cuenta. Volvió a hundir una de sus manos en la cabeza, revolviéndolo. Basta, hasta ahí llegaba.

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