viernes

Hoy aprendí que el amor duele. Duele y es feo sentirlo así ; duele y deja una marca imborrable.

Pero si duele es porque se corrió un riesgo.

Aprendí a valorar esas mariposas en la panza, aunque ahora de nuevo tengan gusto a angustia.
Aprendí que nada es para siempre, pero si algo se va, no necesariamente significa que no pueda volver.
Aprendí que las visiones de la vida son infinitas, y que siempre se puede rescatar algo.
Aprendí a anotar consejos, a escuchar la voz de alguien con experiencia.

Aprendí que no tengo que tener tanto miedo, todo llega… importa cuánto se lo desee. Aprendí que los buenos tratos, la garra, tienen su recompensa.

Aprendí que todo vuelve, para bien… y para mal [...]. Aprendí lo que es jugar con fuego, lo que es tener algo prohibido; y ya saben lo que dicen…
lo prohibido es tentador.
Aprendrí que todos tenemos una mochila que cargar. Algo que nos pesa y nos hace explotar... Y aprendí que cada vez que explotamos, siempre siempre aparece una mano amistosa, una mirada sincera, una voz cálida que te dice que todo va a estar bien, que ya va a pasar. Porque sí, es así; aparece, te levanta, te escucha y reanima. Y la mochila se siente mejor, ya no es tan pesada. Te levantas de a poco y seguis.

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