domingo

La noche se había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Habías aparecido tan sólo 20 minutos después que yo, cuando la velada comenzaba y las copas estaban todas llenas y burbujeantes. Me miraste, me leíste de tal forma que pensé que iba a quebrarme allí mismo; pero no lo había hecho. Es extraño como los mecanismos de autodefensa actúan solos.
Luego, tu ausencia. Estaba segura que no querías verme, mucho menos dirigirme la palabra, por lo que me decidí a jugar a las escondidas entre la gente, evitando cualquier motivo para cruzarnos. Como si pudiéramos pasar desapercibidos el uno del otro. Como si mi piel y tu piel nunca se hubieran conocido. Qué tontería.
Cuando las botellas comenzaron a arrinconarse en una esquina del salón y la mitad de la multitud se había retirado a soñar en otro sitio, te vi colocándote la chaqueta. Se me congeló el corazón.

Te ibas.

¿Por qué pensamos que tenemos tiempo?

Si el tiempo en verdad se nos va sin siquiera darnos cuenta.

Estabas de espaldas y sin darte cuenta que mis pasos me llevaban a tu hombro. Ni siquiera yo sabía que estaba haciendo, pero no me aguantaba verte ir otra vez así.

- Hola extraño – Te dije con los nervios reflejados en cada letra. ¿Hacía cuánto que no te hablaba de frente?.
Mis ojos debieron haber reflejado tu misma sorpresa porque apretaste la mano izquierda durante dos segundos, esos dos típicos segundos tuyos en los que tomabas valentía y te empujabas a la vida. Esos dos segundos que yo siempre aprovechaba para relajar los músculos y alcanzar a dibujar una sonrisa de medio lado y ocultar cualquier cosa. Vos también lo notaste, verdad? A veces odio que me conozcas tanto.
- ¿Cómo estás? – Hablaste con temblor. Bueno, después de todo estábamos en la misma situación.
- Increíblemente satisfecha de haber aguantado toda la noche estos tacos. – Cambiaste la mirada y te llevaste la mano al cuello. Yo no podía creer la estupidez que acababa de soltar. Ahí estabas, a punto de volarte de nuevo entre las sombras y yo con un corazón que estaba a punto de explotar… y te hablaba de tacones. Jolín. - ¿Vos?
- A punto de ir… - Filosas cada una de las vocales que pronunciabas. No te importaba en lo más mínimo, verdad? – al balcón... ¿Me acompañarías? - Retiré absolutamente todo lo que acababa de pensar y sin entender nada, perdiéndome inconscientemente de nuevo en tu mirada de sabueso y en mis ganas de saber qué había sido de nosotros dos, te acompañé a ese balcón que conocía mejor que nadie la historia que nunca se terminaba.

1 comentario:

  1. Wow Vico, me transportaste completamente al momento y lugar de la fiesta..
    Es tan cierto que siempre dejamos pasar el tiempo, hasta que nos damos cuenta que "se va.."
    Pero que suerte la de la muchachita de tu relato, que cambió la historia que creía, y fue por otra ronda!

    De verdad, me encantó muchísimo (aunque suene exagerado jaja!)
    Beso grandee!

    ResponderEliminar