viernes

Esta mañana sonó el Pas de Deux a pedido de mis dedos y quién sabe, tal vez a pedido del sol de pasadas las nueve. El 152 como siempre ya salía de la parada y mis pies que andaban sin apuro por la ciudad de cemento húmedo no quisieron correrlo y malgastar energías. Ahora si me imagino desde afuera, como una nadie caminando por la calle, me daría gracia: La mirada ausente y levemente melancólica, una mano dirigiendo la orquesta desde la mente, un pañuelo recogiendo la manada de rulos y un gran bolso marrón cargado de libros societarios y galletas para pasar la tarde.

Por qué escuchar un par de temas todos los días se ha vuelto una especie de adicción es algo que todavía no sé y supongo que nunca va a tener una respuesta completa. En especial cuando se trata del Pas de Deux del Cascanueces; tengo la sospecha que sabrías a lo que me refiero si te digo que de alguna manera dibuja nuestra historia en cada nota. Comienza lento, suave, como cuando uno observa a la distancia y mide cada uno de los movimientos del otro. 1, 2, 3… 1, 2, 3 pasos adelante y dos pares de ojos que se encuentran. Timidez, curiosidad. Mariposas y los primeros suspiros. Dudas: ¿En qué piensa? ¿Ríe por mí? ¿Acaso es mi nombre el que escribe al pasar? Después sube, se agita, sin lugar a dudas hay un acercamiento y algo que se intuye. Algo que todos ven y nosotros no admitimos. Hasta que todo se sacude, gira y el tiempo se detiene. Un beso, una explosión, un segundo que dura para siempre. Entonces los violines se quiebran, todo parece inestable al compás de un ritmo que baja, pelea. Es como una especie de guerra de pasión y tristeza que va y que viene, moja las almas; vuela, se nos escapa. Es un paso de dos, pero que no somos nosotros dos y eso me desespera. Es en ese segundo en el que creo que lo pierdo en una lágrima y lo arriesgo todo en el último envión. El final viene como un relámpago y lo cambia todo; aunque parezca mentira el empujón hace que caiga en sus brazos y todo vuelva a la calma. Es un paso de dos, dos que en verdad hacemos uno. Sigo sin entender nada de lo que sucede, después de todo son 4.55 minutos de pura adrenalina para un corazón bastante masoquista y silenciosamente impulsivo que está a punto de subirse para comenzar el viaje a la facultad; pero al menos tengo la certeza de que somos nosotros.

5 comentarios:

  1. Increíble. Me encantó. Aunque me trajo a la mente tantos recuerdos..
    el masoquismo.
    en fin...que andes bien (no te veo al msn >.<)
    Beso (:

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  2. corazon silenciosamente impulsivo..me encanto tu escrito! besotes hermosa (9)

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  3. Creo que hasta te pude ver vagando, con la mirada perdida por las calles porteñas, emocinándote con el sonido que llega a tus oídos...
    Ya sabés lo que opino, no quiero aburrirte repitiéndotelo en casa texto.. :)


    A mi también me hiciste emocionar, con lo que dijiste.. :) Gracias vagabunda amiga!

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  4. Y lo serán mientras sigan encontrándose uno en el otro.
    Me encantas siempre.
    Un beso :)

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