viernes


R
ecuerdas esa tarde en la que me llenaste de sonrisas? Me habías llevado coaccionado por el movimiento de tu cintura a lo largo del pasillo para entrar en mi habitación, y hasta te las habías ingeniado para bailar un clásico conmigo. Como era de esperarse, terminamos entre medio de las sábanas en una guerra que ninguno era capaz de controlar, enjuagando el ambiente con el perfume de tu pelo y tus manos de gorrión.

Creo que en ese preciso instante decidí que quería hacerte mía para siempre.

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