sábado

Ya habían pasado dos años, quién lo diría, no? Y sin embargo ese “vos y yo” era tan real como el sol que se escondía entre los árboles de la casa del frente. Como siempre, a los pocos segundos no quedaban restos de mi malhumor vespertino y, entre alguna media sonrisa, nos invadió el silencio. Clavaste la mirada en el atardecer rojo, reflexionabas algo, de eso estaba seguro.
Entonces, sin más, lo soltaste.

- Sabes? A veces tengo miedo. Miedo de morir mañana y que Dios me diga que podría haberlo hecho mejor.

Me sentí un completo idiota. Ya habían pasado dos años y ni siquiera era capaz de darme cuenta que detrás de esas charlas de filosofía de la vida, se escondía uno de tus miedos. Que después de todo, tal vez no te conocía tanto. Que encima yo me sentía la persona más impotente por no poder derrumbar mis propias paredes y ayudarte con consejos, o gritarte que te sacaras esas estúpidas ideas de la cabeza...
Y sin embargo... ¿Por qué en los momentos difíciles reina el silencio?

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