miércoles

Nerea está impaciente. Lo noto por el pequeño movimiento de su pie derecho sobre la rambla… ja, es tan mínimo que un turista cualquiera no podría notarlo. Es que Nerea es así, llena de hiperactividad en embaces chicos. Que sí hombre, no me crees? Compruébalo tú mismo: Mírale las puntas del cabello, las tiene todas alborotadas en direcciones diferentes y eso no es porque lo tenga corto hasta la nuca, no; es que de seguro se ha puesto nerviosa esta mañana cuando notó que casi se queda dormida para venir hasta aquí. Ahora observa sus manos. Una encima de la otra cual princesa de Gales, pero… ah, ya lo notaste; sí, eso que se mueve sin parar sobre el ipod es su dedo pulgar. Revolucionado, eh?. Y eso que no te dije que te fijes en sus ojos sólo porque ahora los tiene encerrados en unos lentes, pero apuesto a que no paran de buscar entre los rostros de los transeúntes. Pobre Nerea, la voy a poner de las casillas… Igual, no me molesta tanto [incluso hasta me gusta]; estoy seguro que cuando me vea explotará toda esa hiperactividad entre las pecas de sus mejillas y después de un par de empujones sobre mi pecho me plantará el beso más eléctrico de toda la semana. Ahora, si me disculpas, me retiro; tengo que ir a hacerla explotar.

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