miércoles


Tengo un nudo en los dedos que me impide explotar todas las sensaciones que tengo adentro. Mi corazón, ya cansado de buscar otros poros de salida y de agotarse todas las reservas de agua salada del mes, ha quedado anestesiado y somnoliento. Pobre, nunca le dijeron que andar a destiempo podía tener efectos secundarios. Y es que… a ver, cómo te lo explico. Siento… siento [Y al escribir esto se me cierra el pecho] que contigo se me escapaba el tiempo. Nunca llegué cuando debía, siempre fueron dos minutos, una semana o hasta cinco años de retraso de palabras, acciones e, incluso, silencios.
Ya han pasado veinte noches de aquella en que te fuiste con todas las estrellas de la madrugada y sin ninguna explicación, y yo recién ahora – así anestesiada – logro vomitar este mareo de horas y horas de oportunidades que se me fueron de las manos [Qué irónico. Hasta en esto llego tarde]. Que tal vez tendría que haber corrido, haberle pedido una solución a tus labios. O que tal vez antes, mucho antes tendría que haber desatado mis impulsos y haber echado a correr por tu espalda. Pero no pude, y ya nunca podré. Mierda. Es frustrante… pensar que casi llego y de repente…

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