domingo

Hoy me vinieron unas tremendas ganas de bailar. Mover los hombros con ritmo, saltar sin sentido y sonreír con los ojos cerrados. Agarrarle la mano al arándano de al lado y ponerle onda a la tarde de domingo. Sí, bailar una de esas canciones de sábado por la noche, esas que el verano las va a ir tatuando en las caderas y que se mueve de pies a cabeza por todos los huesos; como cuando te sacude otro amor de temporada. Y sí... Supongo que también me vinieron unas tremendas ganas de enamorarme.

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