viernes

Son las 4 de la mañana y el silencio reina en la casa. Todas las estancias están apagadas y sin señales de vida, salvo por las tintineantes luces de Navidad que se prenden y apagan al son de un villancico silencioso. Es justo debajo del arbolito por donde sobresalen las flacas y desnudas piernas de Nerea. Sí, la pequeña explosiva de Nerea está allí abajo, quietita. Cuando Arándano la encuentra se imagina que entre medio de sus inflados cachetes se esconde una media sonrisa y que sus ojos están cerrados. Decide imitarla y, sin hablar, se recuesta junto a ella colocando la cabeza debajo del pino. Al instante se da cuenta de un error: Los ojos oscuros y brillantes de Nerea miran fijamente hacia arriba, succionando cada pizca de color que se mueve sobre ellos. Sonríe, aunque no entienda bien por qué están abajo del árbol. Se quedan así, en silencio. Él busca lo que ella piensa. Ella no piensa, se deja llevar por el hilo de luces que cochan en cada adorno.
-Te sientan bien – Le dice por fin casi en un susurro – Digo… El verde y la purpurina. - Él ríe con ganas y le pregunta si ese es un nuevo escondite para decirle cosas bonitas – No, bueno, no sólo eso… Es que… - dice comenzando a acomodar palabras – Recostarme aquí hace que reflexione un poco más en el futuro, en los sueños. Bah, para serte sincera: en todo. Pero desde esta perspectiva todo se ve diferente, latente, tranquilo e incluso relajado.
Vuelve a hacer una pausa prolongada. Con el correr de los minutos sus facciones cambian y amenaza con fruncir el ceño.
- …Mañana nos toca desarmarlo.
-Por eso estás aquí abajo? Si eso es lo que te preocupa supongo que podríamos dejarlo un tiempo así como está.
- No, no me molesta. Es sólo que… - Silencio. Él espera paciente, como siempre. – Me prometes una cosa?
- Lo que quieras.
- Prométeme que no vamos a desarmar toda la esperanza que nos trajo Nochebuena. Prométeme que esa linda purpurina color a anhelo que se esparce por tu cuerpo no se va a ir la próxima vez que te duches, ni que toda la calma que se refleja en las borlas va a ir a parar al desván.
Te lo prometo Nerea. – El chico la abraza y besa sus labios explosivos – Y que tampoco voy a dejar que se escape la diversión que nos trajo cada Jo Jo Jo.
Ella asiente, y nuevamente divertida, apoya la mejilla sobre su hombro. Se quedan allí hasta pasada la madrugada, recolectando deseos y cantando villancicos silenciosos, de esos que quieren que se les peguen en el alma.

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