martes

Cerró los ojos y se dejó inundar por la noche. Lentamente sus sentidos se fueron amoldando al ambiente que la rodeaba. Sus oídos captaron el baile de la brisa a través de los picos de los árboles, el aroma de las flores silvestres se filtró por su olfato y la gramilla se sintió húmeda debajo de sus pies. Extendió las palmas de sus manos y alzó su rostro al infinito.

Estaba sola. Tal como él lo había supuesto, ¿Por qué era que nunca se equivocaba? No pudo responderse, el crujido de una rama a pocos metros hizo que toda su atención se enfocara hacia el este. Faltaban poco menos de dos minutos.

Inhaló con fuerza y enterró sus dedos sobre el césped en forma decidida. Se sorprendió al darse cuenta de que no estaba asustada, sino incluso hasta algo ansiosa. Otro crujido seguido de otro más, ahora más cercanos. Una ráfaga de adrenalina recorrió su espalda. Faltaban 60 segundos.

Apretó los puños. 30 segundos. Estaba sola.

El aroma silvestre había cambiado.

15 segundos. Clavó la mirada en el este.

5 pares de ojos la miraban sedientos detrás de sus capuchas oscuras. Suspiró. El fin acababa de comenzar.

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