lunes

El cambio vino con vientos helados y lluvias sin cesar. El frío se calaba por los huesos y la sensación de ser una extraña estaba a punto de invadirme hasta por las papilas gustativas. Pero poco a poco el clima cambia, por las venas se mezclan las pipas con las cañas, el acento español empieza a ruborizar las mejillas y el invierno vuelve a ser de las estaciones más bonitas de todas. La habitación pasa a tener olores nuevos, las conversaciones suenan tan bien como las gaitas a lo lejos; en cada paseo se descubre un callejón lleno de historia y también voy redescubriendo algún rinconcito mío que andaba perdido por ahí… El cambio me trajo a Santiago.

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