En el vaivén de un subsuelo sin aire trabaja un niño de 12 años haciendo malabares con dos pelotas repitiendo un monólogo casi inentendible, las manos sucias y la mirada perdida. Golpea el techo 1, 2, 3 veces. Un llamado de atención ¿Acaso alguien ve más allá? Tanta amargura, tanta impotencia. A veces me dan ganas de gritarle en la cara a este pueblo que se acostumbró a tanto mal. Después un hombre sin pies, también sobreviviendo entre los vagones del subte ¿Alguna vez has agradecido el simple hecho de caminar por tus propios medios? A veces... simplemente no entiendo.
jueves
En el vaivén de un subsuelo sin aire trabaja un niño de 12 años haciendo malabares con dos pelotas repitiendo un monólogo casi inentendible, las manos sucias y la mirada perdida. Golpea el techo 1, 2, 3 veces. Un llamado de atención ¿Acaso alguien ve más allá? Tanta amargura, tanta impotencia. A veces me dan ganas de gritarle en la cara a este pueblo que se acostumbró a tanto mal. Después un hombre sin pies, también sobreviviendo entre los vagones del subte ¿Alguna vez has agradecido el simple hecho de caminar por tus propios medios? A veces... simplemente no entiendo.
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