jueves

El recorrido sigue en línea recta, entre vendedores ambulantes, un músico con su chelo y la típica pareja que baila tango en la entrada del centro comercial. Sonrerí. A simple vista ya podía divisar el verde tupido de mi pequeño bosquecito, ese rejunte de árboles entre tantos edificios grises que me encanta atravesar de punta a punta. Y volví a sonreír. Bueno, después de todo no es aburrido volver a casa sin auriculares.

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